Con tu permiso… quiero imaginarte en tu salón, poniendo un disco de vinilo de Carlos Gardel en tu viejo tocadiscos que conservabas con gran cariño y allí, en tu sillón, disfrutabas de esa tranquilidad tan merecida, escuchando “Por una cabeza” recordabas a tu mujer, pensando cómo logró enamorarte con aquel dichoso tango.
No hubo día que el recuerdo le provocase alguna lágrima, siempre recordaba como en su despedida ella le pidió que no estuviera triste,que tenía que estar feliz para poder disfrutar con los suyos como a ella le hubiera gustado vivirlo.
Así lo hizo aquel buen hombre, cada día en adelante hacía que sus hijas y nietos sonrieran a su lado consiguiendo así, que el cielo siempre estuviese orgulloso de él.
Su nieta Judith, disfrutaba con su compañero de juego en aquellas tardes de domingo y él tenía que jugar por dos, porque así se lo pidió ella. Cuando los juegos y cuentos sólo eran para Judith las fuerzas le aguantaban bien pero, algo más le costaba cuando se unia el revoltoso Daniel.
Ha sido tanto la felicidad repartida en tan poco tiempo que el amor de tu vida te ha llamado para que descanses junto a ella, siendo éste el único motivo para que te hayas ido tan rápidamente y sin despedirte de todos.
Ahora los pequeños encogen los corazones de quién les escucha hablar y desean dormir en sus casas pensando que por ello mejorarías. Ahora ellos, saben que este domingo será un poco más triste que ninguno pero nunca olvidarán que tú les diste esa alegría por dos. Ahora ellos… miran al cielo porque saben que ya le estáis mirando.
Por eso Judith…
cuida bien de tus estrellas, mujer,
cuida bien tus estrellas
y que nunca las pierdas…